PESQUEIRAS DO ULLA, PADRÓN

Tras los muros del CONVENTO DE SAN ANTONIO DE HERBÓN, a orillas del río Ulla, podemos ver las “PESQUEIRAS” de origen romano, donde todavía se pescan las lampreas de forma artesanal.
  



Las “pesqueiras” son grandes bloques cuadrangulares formados por piedras. Están alineadas en perpendicular a la corriente cruzando casi todo el río menos la corriente central.
  



En los pasillos que hay entre los bloques –llamados “pesqueiro” o “cangalla” (“poios” en el Miño)- se colocan los “copos” o “redes”. Las lampreas que no consiguen remontar la fuerte corriente caen dentro de la red y la fuerza del agua les impide salir.
  



De las milenarias construcciones del Ulla, sólo ésta de O Canal, está dispuesta en forma de vértice orientado hacia la corriente para desviar el agua a las orillas donde están las trampas,...


... pero con una vena central que permite el remonte.


La concesión para pescar lampreas en las “pesqueiras” del Ulla tiene su origen en un documento fechado en el siglo IX, que en actualidad está en poder de la familia Lago de Herbón y que en su día fue interpretado por un fraile del cercano Convento de los Franciscanos antes mencionado.



La lamprea, “Petromyzon marinus Linnaeus 1758”, es uno de los seres más primarios y menos evolucionados del mundo animal con la nada despreciable antigüedad de 500 millones de años. Las tierras gallegas son el último reducto de la península. O Pai Miño (Arbo) y el Ulla (Pontecesures y Padrón) pueden presumir de ostentar el más alto rango de distinción en su explotación comercial y su preparación culinaria. De enero a marzo, la lamprea está en plenitud de temporada aunque también los meses de abril y mayo pueden ser buenos.
  


Pronostico Cunqueiro, que el gallego es el pueblo más Lampreeiro de Europa y el dicho se cumple a rajatabla en Padrón, en el que sus habitantes, al igual que ocurre en los pueblos de la desembocadura del Miño, son expertos en cocinar la lamprea de las más variadas formas: en salsa, a la bordelesa, a la gallega, o guisada. En todos los casos, se cocina aprovechando su propia sangre y con la participación del vino tinto, bien sea ribeiro o el marítimo espadeiro. 


Con todo, la forma más auténticamente padronesa de prepararla es en empanada, un plato que debió de satisfacer el paladar del exigente arzobispo Xelmirez hasta tal punto, que el poderoso prelado medieval mandó esculpir la empanada de lamprea en las ménsulas del comedor real de su palacio compostelano; unas ménsulas que, ochocientos años después, continúan despertando la gula del visitante.



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