SAN PAIO DE ABELEDA, CASTRO CALDELAS

San Paio de Abeleda fue uno de los centros monásticos más influyentes de la Ribeira Sacra y de la provincia ourensana. Hoy, a pesar de su estado de abandono, forma un interesante conjunto.





Algunos autores piensan que se funda en el siglo X (en el año 934, la familia de San Rosendo aparece como propietaria de estas tierras), sin embargo, para otros fue en el siglo XII.



En los muros del templo advertimos este impresionante escudo de armas. En una consultar realizada  a la ASOCIACIÓN DE GENEALOGÍA HERÁLDICA Y NOBILIARIA DE GALICIA, nos indican que se trata de un escudo de forma ovalada sobre cartela, timbrado de yelmo siniestrado, con su campo combinado en cuartelado de: 1º) Enríquez, castillo y león; 2º) Quiroga, árbol resaltado de un lebrel, y cinco estacas; 3º) Teixeiro, un tejo acompañado de cuatro flores de tejo colocadas en los cantones; y 4º) partido de Ambía, cinco crecientes; y Saco, seis correas.




La Desamortización de Mendizábal supuso el abandono del monasterio, aunque la iglesia siguió siendo parroquia. 







Los edificios monacales se fueron arruinando a través de los años quedando sólo la iglesia románica abierta al culto y dotada con retablos barrocos y neoclásicos. 


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En el año 1872 lo compra la Casa de Alba, junto con todos los sus bienes. En el 1972 se clausuraba finalmente la parroquia de San Paio de Abeleda, pasando a quedar integrada en la de Santa Tegra de Abeleda. 




En lo alto de la colina se observa el Castillo de Castro Caldelas
Desde ese momento, el cenobio cayó en el olvido: el tiempo y el trabajo eficaz de los espoliadores dejaron apenas en pie los viejos muros, desapareciendo retablos y piezas arquitectónicas de gran valor.






En la actualidad también la iglesia está abandonada y semi ruinosa.












La iglesia, de finales del siglo XII, tiene una planta de cruz latina, con la cabecera rectangular. 





En el siglo XIV fue objeto de una profunda reforma,...




... conservándose de la fábrica románica tan sólo una portada tardía.





La nave presenta tres cuerpos, separados cada uno de ellos con un arco de medio punto con arquivoltas adornadas de impostas ajedrezadas y policromados capiteles con flores y quimeras.



Ahora, cuando visitamos estos ónphalos de religiosidad, aunque no haya más que ruinas, aunque no sepamos casi nada de su historia, no es difícil imaginar el eco de los rezos de los frailes.  





En el interior todavía se pueden ver los capiteles de las columnas ornamentados con decoración vegetal y zoomorfa. 










Dos de ellos son conocidos popularmente, entre los vecinos, como el hambre y la sed.




También se puede acceder a lo que fue la sacristía de la iglesia, donde se conservan algunos canecillos.




Las escaleras de acceso a la tribuna todavía están en pie.


Sobre el tejaroz del lado norte conserva una pequeña espadaña sin campanas acompañada de dos figuras, posiblemente el propio San Paio y San Juan Bautista.



En el atrio se encuentra el antiguo cementerio.




Del pequeño claustro de monasterio tampoco queda nada. Conserva una portada interesante que se hizo para ennoblecer el acceso al patio-claustro. Por sus características, posiblemente fue realizada en el siglo XIV.


Presenta un arco apuntado con una única arquivolta, perfilada con una moldura con decoración floral, apoyada sobre dos columnas con los capiteles decorados. El de la derecha, con cabezas humanas, y el de la izquierda, con una cabeza y dos ofidios.



El tímpano es monolítico y sobre él aparece esculpida la imagen del Pantocrátor, sentado en un regio trono. Viste una túnica larga ceñida a la cintura, con los pies calzados y el manto abrochado sobre el pecho. Tiene las manos abiertas hacia fuera, corona real, nimbo y el rostro es hierático. A la izquierda, bajo dosel con arco de medio punto, está la imagen de San Pedro agarrando las llaves, con rostro bonachón. A la derecha, bajo dosel con el arco apuntado, la imagen de San Pablo, que lleva la espada y el libro. Su rostro muestra una impresionante seriedad y concentración.


En el entorno del monasterio se conserva el edificio que ocupó la cárcel y, en las inmediaciones de esta, las antiguas bodegas.








Hace cómo diez años, los vecinos detuvieron un camión que llevaba en su interior una pila bautismal tras su robo en el monasterio y tras obligar el conductor a que la descargara, la llevaron para la capilla de Santo Antonio ubicada entre las casas, por lo que es más fácil su vigilancia. Esos vecinos son también los protagonistas de una veintena de fotografías junto a la pila, para una actuación de divulgación del arte románica emprendida por la asociación gallega “O Sorriso de Daniel”. Esta viene realizando una labor cultural extraordinaria que, en la medida de sus posibilidades, fomenta no sólo la conservación más o menos digna de lo que queda, sino también su recuerdo. 40 años después de aquella fatídica fecha en la que el templo deja de ser parroquia, “O Sorriso de Daniel”, junto con los vecinos representados en las asociaciones de Vecinos de San Paio y en la de Cocas y Danzantes de Santa Tegra, deciden rebelarse ante 40 años de abandono y lanzar un grito de alerta.






Mil gracias a Victoria Fernández, que amablemente vino a abrirnos la iglesia para que pudiésemos visitarla y en todo momento nos atendió con muchísimo cariño y afecto. Gracias a Victoria, puedo afirmar como reza en el cartel colocado en la puerta de esta iglesia: “siempre llevaré la huella de sus piedras en mis ojos y los colores de sus capiteles en el corazón”.     

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