PINTURAS MURALES DE MORAIME, MUXÍA

Los frescos de la IGLESIA ROMÁNICA DE MORAIME, desde principios del siglo XVI, sirvieron a los monjes del monasterio contiguo, para llevar y reforzar su mensaje de fe ante una población en su inmensa mayoría analfabeta; con una composición que representa los siete pecados capitales, con sus correspondientes virtudes contrapuestas.


Con la restauración finalizada en marzo de 2018; se han descubierto figuras de las que no se conocía su existencia y ha servido para datar la composición y también acercarse un poco más a su autoría, que se ajusta a los intercambios relacionados al Camino y a los grandes monasterios del Císter, que trajeron hasta este rincón de la Costa da Morte la iconografía propia del Norte de Europa, basada en la Psychomachia de Aurelio, poeta hispanorromano del siglo V. Una «batalla del alma», entre pecados y virtudes, que aquí se representa todavía con un estilo gótico internacional, cuando ya medio continente navegaba sobre las corrientes del Renacimiento.


Antes de la restauración.

Después de la restauración
Antes de la restauración.
Después de la restauración.
Se almacenan en un enorme lienzo pétreo de cuatro metros de alto por catorce de largo, con una segunda línea de representación inferior, los que eran los límites originales de la pintura, a la que paradójicamente ha protegido el olvido de siglos entre capas de cal.




Escena de lucha que acompaña el lienzo de la Avaricia, pintado en la linea inferior
Este se abre con el símbolo de la cruz...


(Idénticas cruces en los muros del templo)




 ...y se cierra con la representación de la muerte en forma de un infernal arquero, lanzando flechas sobre los vicios o pecados como acción de derrotarlos, que deja bastante claras cuáles son las consecuencias de desviarse del camino de la fe católica.


Replanteados de izquierda a derecha y con una cartela que nos indica el título de cada uno de ellos, encontramos por este orden: la soberbia, la avaricia, la ira, la lujuria, la gula, la envidia y la pereza. Cada uno de los siete paneles, se compone de dos figuras que aluden, a la presentación de la virtud o buena conducta y a la del vicio.


La SOBERBIA, representada por un caballero autoritario y arrogante. Para ello se personifica con las piernas cruzadas y los brazos en jarra, en manifestación de soberbia.


En oposición la HUMILDAD, ente sentada en el suelo, con un cordero en la mano derecha, en alusión al “Cordero de Dios”, y en la mano izquierda, el látigo de la flagelación.


La AVARICIA, nos muestra una mujer vistiendo ropa de lujo a la moda del siglo XVI, que guarda con codicia un cofre. En la línea inferior de este lienzo, se representa una escena de lucha.


Esos detalles, ayudan a fijar con mayor exactitud la obra en la perspectiva histórica. Las prendas, por ejemplo, el brocado flamenco de las vestimentas, era la última moda de primeros del siglo XVI, o la Batalla de Lepanto, también siglo XVI, permite hacer una lectura que identifica las pinturas murales como pertenecientes al primer cuarto del siglo XVI.




A modo de antagonismo, otra figura reparte monedas representando la GENEROSIDAD.


En la IRA, se representa de nuevo a una mujer, esta vez clavándose puñales entre brasa de fuego y sobre su espalda un personaje, representación de un demonio, que la alicienta a ello.


En contra, una figura con rostro amargo mortificándose en penitencia, con una especie de cadena o rosario y la fusta de flagelación.


La LUJURIA nuevamente nos muestra a una señora, ahora sentada sobre un cerdo, representación de lo más negativo de la condición carnal del hombre, con un espejo en la mano derecha y sus cabellos al viento y con la mano izquierda señala su cara. 



Tras ella, el diablo se representa sugiriendo los gestos de la mujer.


 Frente a ella, el grabado de un espíritu celestial o virtudes en plegaria.


La GULA, personificada en una dama bebiendo vino de una jarra. Delante aparece un cerdo espetado y otro vivo. Bajo ésta, de nuevo una entidad, en circunstancias de súplica.




Le sigue la ENVIDIA, encarnada en una hembra que tapa los ojos con la mano entreabierta, para ver de refilón. Frente a la escena otra mujer con el instrumento de flagelación.


En el hombro izquierdo un mono diabólico le murmura en el oído. Como anécdota, la figura del mono continúa por la columna contigua, algo bastante inusual. 
Además, al propio personaje, que aparentemente se tapa la cara para no ver, le salen ojos del antebrazo y del propio vestido, lo que cambia por completo su significado; “querer mirar, pero no querer ver”. 


Destacar, como el pecado se adscribe en la mayor parte de los paneles al sexo femenino (alusión al pecado original), donde la mujer encarna la personificación de los vicios.


En la PEREZA, contemplamos a un carpintero con los materiales de su oficio tirados por el suelo y dormido sobre su banco de trabajo, cuya desidia ha provocado que un caldero con brasas queme sus pies. 



Al personaje no se le ha descolorido una mano, la izquierda, sino que ya fue pintado manco.
  


Finaliza la serie de los vicios un esqueleto disparando flechas sobre dichas perversiones, que simboliza el resultado al que estas llevan, con la muerte triunfadora.


Junto a la puerta de entrada, a la mano derecha, encontramos otra representación pictórica, el Papa Pio II


Apuntar que el guía que nos hizo la visita nos advirtió sobre una curiosidad, esta figura parece estar observando al personaje de la Soberbia, que también semeja devolverle la mirada.



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