El más caudaloso de los ríos orteganos, el
Mera, suma atractivos.
En sus apenas 30 km de longitud, alcanza la belleza final en la formación de la RÍA DE ORTIGUEIRA, acompañado de otros lechos de ríos menores que desaguan en este amplio valle anegado, y forman un laberinto acuático donde juegan las mareas. Es una de las mayores marismas de Galicia.
VISTAS DE LA RÍA DESDE EL MIRADOR DA PEDRA, CARIÑO |
Este espacio natural Ortigueira-Mera, está incluido en la lista de Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) y ha sido declarado Zona de Especial Protección de los Valores Naturales.
Además, el espacio natural se amplía con los ecosistemas fluviales de todo el río Mera hasta su nacimiento en la sierra de A Faladoira. Esta proximidad montañosa de la costa es otro de los atractivos, junto con el importante patrimonio cultural de la zona.
Su interés ambiental resulta incuestionable, no sólo porque forma en su desembocadura la Ría, sino también por conservar la típica vegetación de ribera.
Abedules; alisos; avellanos; fresnos; arces; sauces y espinos conforman el paisaje de sus márgenes, junto a multitud de árboles frutales, especialmente manzanos, que reflejan la notable fertilidad del valle.
En lo que respecta a la fauna, es posible observar algún mirlo acuático; ratonero; garzas; o reptiles, como la endémica salamandrita rabilarga.
El río Mera bordea este ÁREA RECREATIVA situada en un islote próximo al Ponte Mera, que no hace, sino, añadirle valor a este espacio, al cual se accede a través de dos puentes de madera.
En una de nuestras escapadas por la zona, acompañados por las familias de mis hermanos, y después de haber saboreado hermosísimos lugares como el cercano Cabo Ortegal, era momento de alimentar otros sentidos con un buen picnic campestre.
Como el día se antojaba cubierto, amenazando lluvia, elegí este espacio recreativo porque algunas de sus mesas están al abrigo, además el lugar se acompaña de barbacoas y una atractiva zona de baño, que aunque el día no acompañaba al chapuzón, los más jóvenes y no tan jóvenes del grupo, aprovecharon para medir su destreza haciendo rebotar pequeñas piedras sobre la superficie del río.
En el entorno, comienzan a emerger propuestas de turismo ambiental centradas en el desarrollo de talleres y rutas de senderismo, destinadas a descubrirles a los visitantes los encantos de este enclave natural.
No quisimos ser menos, y después de dar buena cuenta de las provisiones que llevábamos, degustamos un tranquilo y bonito paseo por la zona, cautivándonos con su belleza.
Los más dispuestos pueden deleitarse con una ruta río arriba que les descubrirá los molinos de Ponte Noval, nosotros, sin embargo, gustamos de la VILLA; la PLAYA DE MOROUZOS y a la excepcional SAUNA CASTREXA DE PUNTA DOS PRADOS.
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