CEMENTERIO DE LOS INGLESES, CAMARIÑAS.


En este lugar, a la izquierda de la Praia do Trece, en Cabo Tosto, en la lengua de piedra conocida como Punta Boi, tuvieron lugar tres naufragios a finales del siglo XIX que marcaron para siempre la historia y el nombre de la Costa da Morte: el Iris Hull (1883), el Serpent (1890) y el Trinacria (1893).


Es la única necrópolis del mundo dedicada de forma específica a los muertos de un solo barco. Aunque cuando se estableció el camposanto, junto al arenal de Trece, ya había por allí enterrados algunos de los 37 fallecidos en el hundimiento del Iris Hull, en 1883.



 En toda Europa no hay un cementerio como el de los ingleses de Camariñas.





El naufragio del Serpent, torpedero de la Royal Navy,  fue uno de los más trágicos ocurridos en esta costa. 



Fue  la noche del 10 de noviembre de 1890, dos días antes partía de Plymouth en el suroeste de Inglaterra, rumbo a Sierra Leona.
Iba a sustituir a su gemelo Archer en el patrullaje de las costas sudafricanas.
Al pasar por las costas de Camariñas, derivó mucho a tierra y la escasa luz del FARO VILÁN hizo que colisionara en el lugar que hoy se conoce como “el bajo del Serpent”.


De sus los 175 tripulantes solo se salvaron tres: Frederik Gould, Edwin Burton y Onesiphorus Luxon, que se habían puesto los chalecos de corcho, antecedentes de los chalecos salvavidas, a partir de lo cual se integro su obligatoriedad, pues la marea los empujo hasta la playa salvando sus vidas. 
Posteriormente tuvieron que identificar los 142 cuerpos sin vida y mutilados de sus compañeros, que fueron apareciendo en los 45 días siguientes.




 Fueron 173 los hombres tragados por el Atlántico. Solo 142 pudieron recibir sepultura. Los demás, ni aparecieron.
Con este nuevo siniestro, el cura de SANTA MARÍA DE XAVIÑA(enlace a nuestra publicación) movilizó a los vecinos para proceder a la sepultura de los 142 cuerpos en este emblemático lugar.


Después de este suceso, las gentes del lugar fueron obsequiadas por el Almirantazgo inglés. Una escopeta para el cura, un reloj de oro para el alcalde y  un barómetro para el pueblo de Camariñas, que aún puede verse hoy en una casa del puerto.






Fueron sepultados en el mismo lugar donde se enterraron los tripulantes del Iris Hull. Otro barco inglés, que en esta ocasión se dirigía a la India pasando por Gibraltar, dejando la piel de sus 38 tripulantes al destrozarse el barco en un fuerte impacto contra Punta Boi. Solo uno de ellos salvó la vida.



En un recinto interior del cementerio están los restos del capitán y oficiales y en el espacio, los marineros.


Acceso al recinto interior.





En los primeros años, un barco de la armada inglesa se acercaba aquí para arrojar una corona de flores y los barcos de guerra lanzaban salvas de honor.



Los restos del SERPENT, permanecen sumergidos y ocultados por algas, frente a todos sus tripulante que lo observan desde su osario, en alianza con la nave. 



El Cementerio de los Ingleses está incluido en la Ruta Europea de Cementerios Singulares, reconocida igual que el Camino de Santiago como Itinerario Cultural Europeo.



Pero estos dos accidentes no fueron suficientes y un tercer barco británico acabó sumándose a la tragedia en 1893, justo 10 años después del primer accidente. Trinacria era el nombre del barco que cargaba mercancía y 37 eran los tripulantes que viajaban en él. 
Siete sobrevivieron, una vez más gracias a la cercana presencia de la Praia do Trece, pero el mar volvía a escupir restos de cuerpos a tierra inidentificables junto a restos del naufragio, una inmensa masa de maderas, cuerdas, cera, ropas y cadáveres; no quedó más remedio que rociarlo todo con gasolina y quemarlo.




Desde entonces este lugar muy cerca de Punta Boi, se conoce como «A furna dos difuntos queimados».



A partir de la tragedia del Serpent, se iniciaron una serie de reformas para mejorar la navegación en este litoral, como la construcción del nuevo FARO VILÁN, que fue el primer faro electrificado de España, acelerado con el último de los accidentes de esta triada infernal.



A la derecha del cementerio se encuentra el Monte Branco, la mayor duna rampante de Galicia y a sus pies la mayor reserva de caramiñasel arbusto protegido que da nombre al ayuntamiento.








Según varias investigaciones publicadas, el 14 de enero de 1904 aparece la primera cita al topónimo "COSTA DE LA MUERTE" en un artículo publicado por José Lombardero en el diario coruñes “El Noroeste”. En primera plana en letras de molde titula un apartado “Siniestros Maritimos” y debajo se lee el título del artículo “Tres buques náufragos”. Debajo, aparece destacado en negrita el inicio del reportaje con la expresión “La costa de la muerte”. La crónica en varias páginas cita la noticia de la desaparición de tres barcos a causa de la niebla en la zona entre cabo Vilán y punta Roncudo, delimitando por primera vez el espacio mencionado con el topónimo.
Al final se da cuenta del naufragio del carbonero inglés Kenmore en la playa de Traba de Laxe, con 30 hombres de tripulación y ocho muertos. Era un barco de casco de acero de 3.767 toneladas, con 350 pies de eslora, 45 de manga y 15 de puntal, y había sido construido en Glasgow en 1878. La draga holandesa Rosario D2 hundida en el bajo de la Batedora en Santa Mariña, con 15 hombres de tripulación, salvados mediante un cable por la Compañia de Salvamento de Náufragos con base en Camelle. Era una draga de vapor de 700 HP que iba con destino a Rosario de Santa Fe en Argentina, propiedad de la casa armadora Smit de Rotterdam, patroneada por el capitán holandés Cornelius Vanltenden. Y por último la goleta Francisca Rosa en Corcubión. Esta última era de Camelle, propiedad de Juan Barbeito Bugía y Federico Sánchez, dedicados al salvamento de buques y desguace. Finalmente ésta pudo ser recuperada. De hecho en el reportaje se cita que estos empresarios al igual que su vecino de Camelle, Antonio Casal, en estos días se encontraban retirando chatarra de varios buques naufragados recientemente entre Roncudo y Vilán.


A partir de ese momento se fue convirtiendo en un tanto popular, y también peyorativa entre las gentes foráneas, pero silenciándose o rechazándose por los propios habitantes de este litoral, por las leyendas que encerraban acusaciones implícitas y explícitas, de piratas, raqueiros y praieiros, menospreciando a todos los que vivían en esta franja costera.


Se cuenta que estos piratas de tierra, buscaban provocar naufragios para poder así hacerse con las mercancías que transportaban los barcos.
Los praieiros (playeros) esperaban las noches de fuertes tempestades y soltaban por los caminos de la zona, vacas con candiles en sus cuernos para confundir a las embarcaciones que pasaban por la costa. Éstas pensaban que las luces se correspondían a otros barcos o a pueblos y se acercaban a ellas buscando refugiarse en sus bahías, acercándose irremediablemente a las rocas.
Después de que se estrellaran contra ellas, los saqueadores solo tenían que esperar a que la marea trajera los restos a la costa y pudieran llevarse todo aquello de valor que llegara directamente a sus manos.
Estas prácticas se realizaban al borde de la ilegalidad, ya que los gobernantes de la zona tenían derecho a un porcentaje del valor de la mercancía del barco naufragado. Le llamaban derechos de naufragio. Les bastaba por tanto con mirar hacia otro lado y limitarse a recoger los beneficios. Los raqueiros seguían exactamente el mismo modus operandi, pero a diferencia de los praieiros, éstos se aseguraban de dar muerte a los posibles supervivientes para garantizar no ser delatados.


De todos estos accidentes y de tantos otros, hay cumplida información que demuestran la valentía y el heroísmo de los vecinos de esta costa, que salvaron de morir ahogados a muchos de los naufragados, alejando estas versiones injustas sobre mafias de naufragadores. 


Al margen de las desgracias y calamidades a las que remite esta zona, uno de los espectáculos más curiosos es el de la presencia de cientos de milladoiros por las zonas rocosas al pie de la ensenada. Los milladoiros son montones de piedras que comúnmente se colocaban en cruces de caminos.
Cada caminante que pasaba, dejaba una piedra sobre el montón, en una costumbre al parecer de origen prerromano. De hecho, aquellos milladoiros que alcanzaron gran tamaño, parece ser que fueron «convertidos al cristianismo» al ser posteriormente coronados por una cruz.
Los que se encuentran allí, en plena costa escarpada y a pocos metros de donde rompe furioso el mar, son cientos de ellos, pequeños, pero extendiéndose por toda la zona. Son como pequeños testigos del movimiento constante y brusco de esta costa.



INFORMACIÓN RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:






VISITA OTROS SORPRENDENTES LUGARES DEL AYUNTAMIENTO DE CAMARIÑAS EN ESTE ENLACECON UN MAPA PARA LLEGAR A CADA UNO DE ELLOS.


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