A lo largo de la acantilada costa que unen Rinlo y A Devesa, se localizan
tres cetáreas, cuyas construcciones todavía se resisten, no sin alguna profunda
cicatriz, a los envites del embravecido mar.
AL FONDO, A LA DERECHA, Y BATIDA POR EL OLEAJE, LA PENA CORVEIRA; Y A LA IZQUIERDA LA PENA DOS CORVOS. |
Allá por el año 1904 y después de las de Malpica y Cariño, se construye
en Rinlo la primera cetárea natural de la zona, en el lugar conocido por los
lugareños como el “ESTORNÍN”, la segunda será la de “PENACÍN” y
la tercera, esta de “OLLO LONGO”.
El mercado pedía más y más; el marisco de Rinlo convencía allí por dónde
iba, y pocos años más tarde, sobre el 1954, estaba ya en funcionamiento esta
tercera cetárea.
Aún más grande que las anteriores, con una geografía más accidentada y
más alejada del pueblo (sobre un kilómetro), echó a andar esta última empresa.
Consta de dos instalaciones diferentes: una natural de la misma naturaleza
que las anteriores; y otra que funcionaba con bombeo, salvando una altura de
casi 20 metros.
En ella, al margen del mar, se habilitó 10 años más tarde una zona para
la cría de aun más especies. Se construyó una nave y dentro de ella, 16 píos
que hacían las veces de criaderos, a los que se accedía por unos pasillos que
los rodeaban completamente, para tener el marisco segregado por especies.
Lo complejo de esta obra era que el agua de mar debía de estar siempre
limpia, por eso, se ideó una bomba que funcionando las veinticuatro horas del
día, subía agua que luego, por un circuito cerrado que tenían los píos,
eliminaba la suciedad por un lado y se renovaba por otro.
Don José Vázquez Oroza tuvo grandes problemas, cuando por razones varias
se iba la luz y las bombas dejaban de circular, los ejemplares morían. Por ello
Vázquez acudía varias veces todas las noches, con tormenta o no, para controlar
el estado del marisco y que no se lo robasen, algo que ocurrió en varias
ocasiones.
Aquí se lograba controlar más los animales y los gastos, ya que en el mar
y por su naturaleza caníbal, en la época de muda del caparazón que los envuelve,
se comen unos a otros, ya que quedan sin defensas frente a los demás miembros.
Esta cetárea fue la última en cerrar de las tres. En noviembre de 1991
pasó como subcontrata a una empresa particular (Cultimar S.L.) que poco tiempo
después, también decidió abandonarla. Ahora están en semi-ruinas, más al igual que las otras, siguen siendo lugar de visita de turistas y curiosos, si tenemos en cuenta sobre todo, que fueron las primeras de Europa de estas características.
Como apunte decir que, al margen de la propia crianza en el recinto,
también la importación de piezas era algo normal de estas explotaciones. Para
la segunda y tercera explotación, se iban a buscar hasta a Cedeira por Galicia
y Luarca por Asturias. Localidades como Tapía, Foz, Burela de menos distancia,
las traían directamente a las cetáreas. Hasta 15.000 unidades de langosta llegó
a haber entre el segundo y tercer vivero.
Para terminar diremos que el negocio del marisco en Rinlo no desapareció
de todo. Marisco vivo aún se puede comprar, pues existe un pequeño vivero en
una casa particular del pueblo. Está sita en la calle Santa Clara, y su dueño,
Cosme L. Fraga Río.
Pese a las dificultades de aquellos tiempos, recogía todas las langostas
desde Luarca a Viveiro en una furgoneta, que todos conocían como “Marisqueira”.
El marisco se derivaba hacia Barcelona, Madrid o Bilbao, normalmente en navidad
y en avión desde Compostela, metido en unas cestas llamadas “Banastas”,
mezclado con helechos secos para adsorber el agua.
Está en marcha un proyecto de la Dirección
General de Costas para la recuperación de todo el conjunto etnográfico y hoy podemos acercarnos a
disfrutar de estos enclaves, siguiendo el CAMINO NATURAL DE LA RUTA DEL CANTÁBRICO.
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