La Puerta Santa de la CATEDRAL (enlace a nuestra publicación), desde muy antiguo también conocida como la Puerta de los Perdones y
secundariamente del Perdón, es una apertura catedralicia que da a la PLAZA
DE LA QUINTANA (enlace a nuestra publicación) y
una de las partes más simbólicas y que más interés despierta en los miles de
turistas que cada año visitan la Catedral de Santiago.
No está del todo claro su origen. Algunos estudiosos
hablan de una tradición medieval anterior a la de los años santos romanos,
aunque parece más factible que Santiago haya tomado del cristianismo este acto
ritual, dando al paso por esa puerta tan especial un sentido de perdón y de
renacimiento a una nueva vida. Según esta teoría, y a pesar de que se
aprovechara para su construcción una antigua puerta menor medieval de entre las
capillas del Salvador y San Pedro en la girola, el origen de nuestra puerta
santa se remontaría a los primeros años del siglo XVI, con Alonso III de
Fonseca; quien sin duda conocía el ritual romano del papa Alejandro VI, papa de
origen valenciano.
Lo que se sabe con seguridad, es que la puerta fue sometida a las transformaciones en clave barroca que sufrió toda la fachada de la Quintana a lo largo del siglo XVII. Así, en 1611, los gallegos Jácome Fernández y González de Araújo la ornamentan con un teatral telón barroco a modo de pórtico de moderadas proporciones, con seis figuras a cada lado del vano. Son personajes bíblicos procedentes del entonces recién derruido CORO PÉTREO (enlace a nuestra publicación) (s. XII) del legendario maestro Mateo.
En ese mismo siglo XVII se hermoseó aún más la fachada exterior donde se ubica la puerta. Según el plan del canónigo Vega y Verdugo, José Peña de Toro colocaría hacia 1660, doce figuras más procedentes del coro medieval, y remataría las hornacinas que las acogen con cuatro plafones de los que cubrían los sitiales del coro.
Se sabe que cinco de estas delicadas
esculturas fueron restauradas para colocarles nuevas cabezas a mediados del
siglo XIX. Se refiere el conjunto a personajes bíblicos -se apuntó que podrían
formar parte de una representación de los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis- y tienen una función más decorativa que simbólica.
Antes de terminar el siglo, en 1694 el escultor
local Pedro del Campo esculpió el Santiago Peregrino que preside la fachada,
así como a sus dos discípulos Atanasio y Teodoro, a los que la tradición
atribuye la custodia de su cuerpo en Galicia, y que le acompañan también
vestidos como peregrinos. Junto con las esculturas señaladas, forman los
llamados popularmente “veintisiete de
la Puerta Santa”.
Entre la puerta propiamente dicha y su pórtico
exterior barroco queda un pasillo de discretas proporciones. En él que se
conserva aún hoy un sepulcro, de esta época y algunas laudas, en recuerdo del pasado fúnebre del espacio de la QUINTANA
(enlace a nuestra publicación).
Esa ESCULTURA FUNERARIA (enlace a nuestra publicación) muestra una curiosa estatua yacente, que lleva larga túnica ceñida, alto gorro sobre las abundantes melenas, espada, daga y escarcela. En el frente las armas antiguas de los Abraldes.
La sencillez de la puerta al interior contrasta
con la importancia de su simbolismo. Sólo está ornamentada con dos figuras
policromadas a ambos lados – Ezequiel y San Judas Tadeo -, procedentes del coro
de Mateo, y dos pilas de agua bendita sobre mármoles, donde los peregrinos mojan
los dedos para santiguarse después de pasarlos por las pequeñas cruces
esculpidas en las jambas de la Puerta. Encima de la puerta vemos una de las
cruces de consagración de la catedral en 1211, con el parágrafo del Génesis “Es
la casa de Dios y la puerta del Cielo”, además de una vidriera de Santiago.
La puerta es de dos hojas de bronce firmadas por Jesús León en 2003, y presentan pasajes de la vida, muerte y traslación de Santiago. Esas hojas de bronce sustituyeron a un cortavientos de madera tallado por Francisco Leiro, hoy conservado en el MUSEO DE LA CATEDRAL, con el tema de la Translatio de 1992, y que solo era visible cuando la puerta funcionaba como tal en los años santos. El vano se tapiaba con una sencilla plancha metálica pintada con motivos geométricos en los años restantes.
Las puertas santas simbolizan un rito de paso: el de la persona que, mediante la penitencia y la fe en Cristo -“Yo soy el camino”, dice en el Evangelio de Juan, 14, 6-, logra cruzar el umbral que lo comunica con la divinidad. En definitiva, la metáfora del ser peregrino que, a través del sufrimiento y la renuncia, alcanza la puerta que da acceso a Dios. En esta concepción radicaría el hecho de que, con alguna excepción, las puertas santas nunca son grandes puertas principales, sino preferentemente puertas secundarias, estrechas puertas que quieren demostrar al peregrino que el camino de la salvación es el de la humildad y la penitencia.
El paso por la Puerta Santa no es obligatorio
para que los fieles católicos ganen las indulgencias especiales que se conceden
con motivo del jubileo. Es, sin embargo, un ritual emocionante y muy popular,
tanto para los peregrinos que llegan a la ciudad por el Camino de Santiago, tras
largas jornadas de esfuerzo. Es un acto que no repara en emociones. Para el
peregrino representa la culminación física y espiritual del Camino. Toda la simbología
descrita anteriormente, ya relevante para muchos fieles, une el hecho de
comunicar casi de inmediato al peregrino con el altar mayor, donde se
encuentran la cripta sepulcral de Santiago y, sobre esta, la popular imagen
medieval destinataria del popularísimo abrazo al apóstol.
TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA PUBLICACIÓN,
HA SIDO RECOGIDA DEL SIGUIENTE ENLACE:
https://catedraldesantiago.online/la-puerta-santa/
https://xacopedia.com/Puerta_Santa_de_Santiago
https://es.wikipedia.org/wiki/Puerta_Santa_(Santiago_de_Compostela)
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