A lo largo de la acantilada costa que unen Rinlo y A Devesa, se localizan
tres cetáreas, cuyas construcciones todavía se resisten, no sin alguna profunda
cicatriz, a los envites del embravecido mar.
Allá por el año 1904 y después de las de Malpica y Cariño, se construye
en Rinlo la primera cetárea natural de la zona, en el lugar conocido por los
lugareños como el “ESTORNÍN”, la segunda será la de “PENACÍN”
y la tercera la de “OLLO
LONGO”.
Al parecer la idea partió de una
señora de Ortigueira, conocida como Dña. Mª Luisa Soto, que se encontraba de
turismo por la zona y que se dio cuenta, al hablar con los marineros de Rinlo,
de la cantidad de marisco que en aquel entonces existía en este mar. Esa primera cetárea pasó luego, a manos de una señora
francesa de la que se desconoce su nombre, que transportaba el marisco hacia
Francia en un velero con tanques que tenían rejillas en el casco. Pasó
posteriormente a manos de un hombre llamado Apolinar, en sociedad con la
familia de D. Eleuterio Posada. Tras la guerra pasó a la familia Pose y luego a
D. José Vázquez Oroza, que fue quién realmente trabajó más con las cetáreas.
El sistema de circulación de agua, aprovechaba el flujo de las mareas,
regulando la entrada mediante compuertas. Los principales crustáceos con los
que se trabajaba eran: langostas, centollas, bueyes de mar y bogavantes.
Esta actividad del marisqueo sufrió en lo últimos años una gran
reconversión, y se industrializó aún más con la creación de piscifactorías y
granjas marinas, utilizando las últimas tecnologías en la automatización,
estudios de mercado, análisis biológicos, controles sanitarios,
profesionalización de los empleados, etc, etc. Pero en los primeros tiempos, el
hombre debía de aplicar todo su ingenio para atar hasta la última peseta en
este negocio que llegaba a facturar mucho dinero a lo largo de los meses.
En los años de los reales, patacón y perra*, las langostas de 22
centímetros valían un duro. Las de 20 cm., medio duro y las de 18, cinco
reales. Este sistema duró unos 10 años ya que luego se contaban, 100 unidades;
100 piezas a tanto por pieza, da igual la medida de éstas. Después de la
guerra, las langostas se pagaban a 5 pesetas la unidad, y pocos años después,
ya se pasó al sistema del precio por peso actual.
*Denominaciones referidas a las monedas fraccionadas que desaparecieron
hace años y dónde el duro equivalía a 5 pesetas; el real, 25 céntimos; patacón
o mota, 10 céntimos y la perra, 5 céntimos.
Está en marcha un proyecto de la Dirección General de Costas para la
recuperación de todo el conjunto etnográfico y hoy podemos acercarnos a
disfrutar de estos enclaves, siguiendo el CAMINO
NATURAL DE LA RUTA DEL CANTÁBRICO.
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