La sociedad gallega tradicional, con frecuencia relacionó los megalitos
con las Mouras o Mouros, unos seres míticos, casi siempre de extraordinaria
belleza, que habitan en estos monumentos o en su entorno. A veces también aparecen
como las constructoras de los megalitos, transportando grandes piedras sobre su
cabeza, o guardando los tesoros que se ocultan en el interior del monumento.
La tradición de enterrar a las personas difuntas en mausoleos bajo un
Túmulo de tierra, arraigó mucho en Galicia y perduró durante un período de
tiempo muy largo, desde el neolítico (4.000 AC.), hasta ya entrada la Edad del
Bronce (1.500 AC.).
Casa dos Mouros, es el dolmen más conocido y representativo de la
necrópolis megalítica de los montes de Candeán o Vixiador, que junto con los
yacimientos cercanos del Monte Penide (Redondela), constituyen una
impresionante muestra de la cultura megalítica.
Aún conserva parte de su cámara funeraria compuesta por 5 ortostatos
verticales y la gran piedra de la cubierta, que hoy vemos caída y apoyada en una
de las lajas verticales.
Cada piedra, con una altura superior a los 2 metros, puede llegar a pesar
más de 2000 Kg, lo que implica una compleja organización social por parte de
las personas que lo construyeron.
Desgraciadamente, perdió parte de la tierra que lo recubría
originalmente, no pudiendo apreciar la forma tumular que debía tener.
La entrada está orientada cara al naciente, como es habitual en este tipo
de monumentos, cuyo simbolismo funerario, sugiere una vinculación de la muerte
con los ciclos vitales de la naturaleza gobernados por el Sol. En este caso, el
corredor no es visible.
En el interior de la cámara funeraria, los difuntos depositados iban
acompañadas de un rico ajuar, compuesto por elementos que se supone podrían
serle de utilidad en el más allá, como cuencos para comer y beber; flechas o
pequeños objetos trabajados en piedra.
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