GALICIA PUEBLO A PUEBLO: HÓRREO DE SAN MARTIÑO DE CORES, PONTECESO

En otras publicaciones os hemos hablado del HÓRREO DE POIO, porque no sólo es el más grande de la comunidad autónoma gallega, sino también del mundo. Del de ARAÑO por ser el más largo del mundo. Del de LIRA, que presume de ser el segundo con mayor longitud de Galicia. O del de CARNOTA, sin duda el más conocido. Pero también de otros muchos HÓRREOS, repartidos por toda la comunidad gallega, que hoy se han convertido en un importante reclamo turístico y en toda una seña de identidad.

No muy lejos de la iglesia románica de SAN MARTIÑO DE CORES, templo que alberga magníficas huellas del pasado de la comarca, se levanta el hórreo considerado como el más alto de Galicia.

El HÓRREO DE CORES, todo construido en piedra, levanta del suelo ocho metros y medio, y parece una casa de tres plantas con puertas y ventanas.

No tiene pies. En su lugar, hay una planta baja y cerrada donde duermen las gallinas. Encima, en el primer piso, los propietarios guardan patatas, castañas y trastos que ya no quieren en la casa. Hacia atrás crece una azotea, bajo la que aprecia el palomar.

Arriba, sobre un tornarratos estilo mesa, una segunda planta aireada por aberturas horizontales donde se almacena el grano.

Entre los adornos, vemos en cada pinche dos estrellas de ocho puntas, símbolo jacobeo que tiene su origen en las milagrosas luminarias que revelaron (s. IX), el lugar donde permanecía olvidado el sepulcro del apóstol Santiago el Mayor.

Además, destacan los remates que adornan cada extremo de la techumbre del hórreo. En la parte frontal un pináculo y en la trasera una cruz, siendo probable que cumplan una misión más que estética en el hórreo. Dado que los hórreos son anteriores a la instauración del cristianismo se cree que el cono o pináculo, posiblemente cumpla una función de protección y advocación del granero hacia viejas creencias y así, sin saberlo, se ubica sobre la techumbre un símbolo fálico; reminiscencia del culto a la fecundidad de la tierra entre los primeros pobladores. En relación con este tema, Castelao afirmó que se trata de un elemento simbólico, de una invocación a una deidad ya desaparecida en el cielo, pero que dejó huella en el subconsciente místico de las gentes del rural, que trajeron del paganismo al cristianismo el símbolo de fecundidad.

Como ha pasado siempre con la Iglesia, cuando llegó intentó cristianizar todos los símbolos paganos existentes, así pues, en los hórreos se situó en contraposición al pináculo, la cruz, para conseguir con ella una protección divina de la cosecha.