PAZO DE MEIRÁS, SADA

El edificio principal es de estilo romántico.​ Consta de tres torres cuadradas y almenadas de distintas alturas, unidas por cuerpos más bajos: el que une las dos torres de la fachada oeste acoge la capilla, y el que está entre las torres de la fachada sur, donde está la portada principal de acceso, aloja el vestíbulo. Las torres de poniente tienen tres alturas y la de la Quimera, cuatro. Su cerramiento está realizado en granito, aunque existe una gran variedad en los tipos de aparejo, reservándose las mejores piezas de cantería para las esquinas, los vanos, remates y piezas singulares.​


La finca está rodeada por un fuerte muro de piedra que, en el momento en que se construyó, no incluía tres parcelas que fueron añadidas posteriormente a la propiedad, entre las que se encuentra la de la Casa de las Conchas.​





Destacan las elegantes ventanas de una de las torres, formadas por una triple arcada apoyada en columnas y balaustrada corrida del segundo piso, y los huecos en esquina de la siguiente planta bajo dinteles de cantería rematados en arco labrado en la misma pieza y apoyados sobre tres esbeltas columnas con capiteles.


El balcón cubierto de la TORRE DE LA QUIMERA es otro de los elementos singulares de esta fachada. Está soportado por tres poderosas ménsulas o modillones, con balaustrada de remate macizo sobre pequeñas columnas, en las que apoya la doble arcada que soporta la cubierta y en la que no faltan los elementos decorativos de épocas anteriores.​


En la fachada norte se encuentran unas dependencias que podrían haber sido añadidas en algún momento para ampliar las torres y dotarlas de un área destinada a la servidumbre.​

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En la CAPILLA hay un retablo barroco dedicado a San Francisco y que fue trasladado desde el Pazo de Santa María de Sada, al sufrir éste un incendio. El pazo alberga interesantes piezas arqueológicas, blasones, escudos, fuentes y cruceros, acumulados fundamentalmente por el general Franco durante su estancia estival allí.​ 
 
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A pesar de su aspecto medieval, el actual edificio es de finales del siglo XIX (la primera piedra se colocó en 1893). Fue construido sobre las ruinas de una antigua fortificación edificada en el siglo XIV por Ruy de Mondego, señor de las Mariñas (que es como se llama la comarca) y perteneció sucesivamente a las familias Dejo, Taibo, Ribadeneyra y, desde el siglo XVI, a los Patiño de Bergondo. Fue destruida por las tropas francesas, en el año1809, durante la Guerra de la Independencia.


Mediante enlaces matrimoniales las propiedades pasaron a manos de los Pardo de Lama, y mediante herencia llegó a manos de EMILIA PARDO BAZÁN,​ que emprende la construcción de la actual edificación que era conocida como las Torres de Meirás.​ La escritora se casó en la capilla del pazo (al que llamaba «GRANJA DE MEIRÁS»​ el 10 de julio de 1868) y, una vez remodelado, pasaba allí más de cuatro meses al año (el resto en Madrid y A Coruña). Trabajaba en la torre que llamó «de la quimera», donde tenía instalada su biblioteca, que permaneció allí tras la cesión del edificio a la familia Franco.​


Muro lateral que cierra la finca

“… VIEJA GRANJA DE MEIRÁS –el lugar donde siento más de continuo la ligera fiebre que acompaña a la creación artística- Y no es que la Granja tenga aspecto romancesco, ni se parezca a ningún castillo de Escocia, ni a esos modernos palacetes que el dinero y la vulgaridad mancomunados siembran por los caminos de San Sebastián y Biarritz. La Granja es toda rústica, ni piedra de armas tiene, porque la hizo quitar de la fachada  mi abuelo, un liberal aforrado en masón, que eran entonces el aforro más caliente del liberalismo. A la casa, baja e irregular aunque extensa, se la come la vegetación cubriéndola por todas partes. Al levantarme y abrir la ventana de mi dormitorio, veo un asunto de abanico de Watteau, tentador para un acuarelista: sobre el fondo del cielo que por lo regular tiene ese adorable tono de ceniza de cigarro claro que sólo en el celaje gallego se observa –el inglés suele ser más oscuro y frío- se desvanece como una gasa el follaje del árbol del amor, hibiscus para los botánicos, en trazos de un verde pálido salpicado de floricones rosa, que parecen la caricia y el jugueteo de caprichoso pincel encima de un paisaje lavado a suaves medias tintas. Si salgo a respirar el fresco después del trabajo, tengo a dos pasos el bosquete, cuyas calles pendientes y herbosas se abren entre grupos de aralias, paulonias, castaños de Indias y retamas fragantes. Poco más abajo, el surtidor del pilón de piedra, a media villa, desgrana gotitas sobre la tersa superficie, donde nada siempre alguna hoja amarillenta, despojo de los arbustos, o un barquito de muñecas, quilla arriba, naufragio producido por los combates de Trafalgar que Jaime no cesa de hacer desde que leyó los Episodios Nacionales. En el jardín y alrededor del pilón, las magnolias entreabren su urna de alabastro, los granados su flor de rizo coral, y las enredaderas suben por el emparrado y trepan hasta las ventanas, entre cuyas vidrieras se estrangula a veces un tallo de fucsia o un sarmiento de pasionaria. Más allá del reguero de agua, orillado de frescos berros, va a perderse en el amplio declive que forma el prado, y el vasto circuito de la tapia es una cenefa de frutales, que está llamando por los golosos con sus perales y manzanos rendidos al peso de las pomas y sus abridores y duraznos que destilan ámbar.”



Tras la muerte de Emilia, en 1921, y el asesinato en 1936 de su hijo Jaime y del nieto de la condesa, también llamado Jaime, por milicianos de la FAI,​ la propiedad queda en manos de su hija Blanca Quiroga de Pardo Bazán y de Manuela Esteban-Collantes, viuda de Jaime.​ Las dos deciden donar el Pazo a la Compañía de Jesús para que fuese destinado a noviciado, pero dicha orden no mostró mucho interés en aceptar la entrega si estaba condicionada a un fin determinado.​ Entonces, en 1938, las autoridades franquistas coruñesas deciden ofrecer el Pazo a Francisco Franco como residencia veraniega.​ Una vez cerrada la venta, no se permitió la entrada a la hija y heredera de Emilia Pardo Bazán, que en vano intentó recuperar sus pertenencias.​ La operación de compra incluyó por tanto todo el mobiliario y el legado de la escritora, así como unas 3 ha de terreno.​


Se constituyó una comisión con el fin de acondicionar el pazo y recaudar el dinero necesario para ello​ por medio de donativos en parte forzosos. Una operación orquestada por la 'Junta Provincial Pro Pazo del Caudillo, un organismo creado en 1937 por las autoridades coruñesas, entre ellas, el gobernador civil, Julio Muñoz, y en el que se implicaron diferentes empresarios como el banquero Pedro Barrié de la Maza, responsable del Banco Pastor. A funcionarios y trabajadores de empresas privadas se les restó parte de su salario para comprar el Pazo, y se obligó a los ayuntamientos de A Coruña a aportar como mínimo el 5% de la recaudación del impuesto de la contribución.​ La Junta Pro Pazo encomendó por carta a los alcaldes que constituyeran comisiones para «visitar personalmente a sus convecinos para que nadie pueda mañana considerarse postergado si su deseo es contribuir con su grano de arena para el Pazo del Caudillo».​

Edificio y hórreo fuera de los muros del Pazo

Detalle en la fachada del edificio anterior

La torre y los principales motivos ornamentales del PAZO DE BENDAÑA en Dodro fueron trasladados al Pazo de Meirás.​ A las propiedades iniciales que correspondían al Pazo, se le añadieron algunas cercanas​ gracias a un proceso de expropiación forzosa de los terrenos colindantes, llevando así la superficie del edificio y de las tierras que lo rodean a 6,6 ha.​ La Diputación de A Coruña también expropió fincas para la «mejora y ornamentación» de la carretera que va de la capital de la provincia al Pazo.​


Cuando murió Franco el edificio empezó su decadencia, pero, por la vinculación a él, la viuda recibió del Rey el título de “Señora de Meirás”. En el año 1978 se produjo un incendio en el pazo como consecuencia del cual quedó destruida parte de la riqueza que contenía.

El Pazo de Meirás fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2008, a pesar de la oposición de los herederos de la familia Franco. Este hecho obligaba a los propietarios a abrir al público el inmueble, al menos, 4 días al mes. La familia del dictador se opuso a esta apertura en numerosas ocasiones pero la justicia rechazó sus argumentos.​ A principios de septiembre de 2017, la Xunta multó a la familia Franco por incumplir el régimen de visitas al pazo. En 2017, aumentaron las peticiones populares e institucionales para la reversión del pazo al patrimonio público.​ En septiembre, el presidente de la Xunta de Galicia anunció la creación de una comisión para estudiar si hubo "vicios ocultos" en la donación del inmueble, lo que permitiría dejarla sin efecto.​ El pergamino oficial de entrega del pazo de Meirás a Francisco Franco como jefe del Estado es la base argumental de la comisión: se descubrió en octubre de 2007 que había desaparecido del archivo provincial.



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