GALICIA PUEBLO A PUEBLO: SAN SALVADOR DE VALBOA, MONTERROSO

SAN SALVADOR DE VALBOA, MONTERROSO

Este templo que da nombre a la parroquia que tutela, se esconde en un bucólico valle del lugar de Vilance, a orillas del río Ulla y próximo a su nacimiento.

El edificio conserva prácticamente íntegra su bella fábrica románica de principios del siglo XII, a excepción de la fachada occidental que fue remodelada en tiempos recientes. Con la orientación litúrgica habitual, la planta se estructura en nave y ábside únicos y rectangulares. La menor altura y anchura del presbiterio tiene como resultado el juego de volúmenes tan característico de los templos del románico rural.

Las ventanas de los muros testeros tanto de la nave como de la ábside siguen el mismo modelo constructivo, disponen de arco de medio punto, columnas acodilladas y capiteles de decoración vegetal.

Pero aunque se organizan de manera idéntica, la ventana de la nave mantiene unas leves diferencias. Sus dimensiones, condicionadas por el espacio en el que se ubica, son menores y por ello las columnas tienen sus fustes más cortos. La ornamentación de los capiteles también es más elaborada.

Como señala Yzquierdo, no es frecuente en la comarca que se abran ventanas de tipo completo en este lugar, aunque en el mismo término municipal se puede observar también en la iglesia de SAN CRISTOVO DE NOVELÚA.

Sobre esta se conserva un canecillo en el que se esculpe una cruz latina y una especie de capitel vegetal o base truncada que, según Vázquez Saco, podría servir de apoyo a una cruz antefija. Habla el autor de que este tipo de elemento también se podía observar en el ápice del ábside, más a día de hoy ha desaparecido.

La fachada occidental fue modificada en un momento posterior al románico, sustituyendo la antigua espadaña por otra más moderna y eliminando la saetera que sobre la puerta daba luz al interior del templo.

Algunas de las piezas originales fueron reutilizadas sobre todo en la portada, pero esta ha perdido su factura primitiva.

La puerta se organiza con un arco de medio punto en arista viva y sección prismática. El arco, a paño con el muro, descansa sobre dos mochetas a bisel que se ornan con alargadas bolas. Según Yzquierdo Perrín, se trataba de una cabeza de animal y otra humana de rasgos amigdaloides. En la actualidad los rasgos se han borrado o el elemento que se coloca en el capitel no es el mismo que observó el autor en su momento.

La arquería acoge en su interior un tímpano liso que descansa sobre las jambas por mediación de dos mochetas ornadas con cabezas de toro de burda labra. La poca maestría del escultor en las mochetas, más si se las compara con la calidad artística que se desarrolla en el arco triunfal, invita a Yzquierdo Perrín a pensar que debieron ser labradas en tiempos de la reforma de la fachada. A ello le suma que las jambas no son las del templo románico.

A cada lado de la nave y ábside, bajo las cobijas, se disponen canecillos lisos en caveto.

La singularidad de esta iglesia no se limita a la belleza de sus proporciones, o al paraje en la que está ubicada, ni a su antigüedad. La verdadera importancia está en su interior, que aunque rezuma la austeridad y sencillez propias del románico rural, sobresale su arco triunfal como una de las partes más interesantes y hermosas del templo, con una repercusión notable en iglesias de la zona.

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Sus capiteles, dos pequeñas joyas de la escultura románica, muestran una rica e interesante decoración, que acusa la influencia del trabajo que el maestro Esteban realiza en la catedral compostelana. La interpretación de la escena del capitel izquierdo ha sido largamente discutida por los distintos autores que estudiaron la obra. Rielo Carballo conjetura que se puede tratar de la Santa Cena e Yzquierdo Perrín del Bautismo de Cristo. Delgado, por su parte, hace un estudio pormenorizado del que concluye que se trata de la Resurrección de Cristo según el Evangelio Apócrifo de San Pedro. Relaciona esta escena con los relieves de SAN XOÁN DE CAMBA en CASTRO CALDELAS, datados entre fines del siglo X y últimos años del siguiente y depositados en el MUSEO ARQUEOLÓGICO DE OURENSE.

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Sin embargo, el capitel derecho no presenta dudas sobre la lectura de la escena como la Adoración de los Magos.

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Gracias a sendas inscripciones que se conservan en el interior del templo, conocemos la cronología del edificio (1147) y posiblemente el nombre del maestro escultor, Pelagio. Del que ya tuvimos ocasión de admirar su excelente trabajo en otras bellas construcciones románicas, como las iglesias de TABOADA DOS FREIRE; SAN MARTIÑO DE MOLDES y SAN MARTIÑO DE BERSELOS.

Puede observarse también, junto a la portada oeste, una pila bautismal de tradición románica muy sencilla.

En los accesos a la iglesia se levanta un CRUCEIRO que presenta plataforma de dos escalones de granito sobre la que se apoya la base tronco-piramidal, con borde talud superior de perfil cóncavo. El fuste es monolítico, prismático, de sección cuadrangular en los extremos, con aristas ondulantes en la parte superior y achaflanadas en el resto. Su capitel es tronco-cónico invertido, compuesto por el escalonamiento de molduras que se agrandan de abajo a arriba, jugando con la alternancia de concavidades y convexidades para así crear movimiento y plasticidad. Este soporta una cruz latina lisa de sección cuadrangular y aristas achaflanadas, con los extremos ensanchados y botón cilíndrico central.

En uno de los lados cuenta con mesa de altar, formada por dos piezas verticales semejantes a canecillos de perfil curvo y la tabla rectangular de borde moldurado.

La obra data de 1904, siendo costeada en la su mayor parte por la Cofradía del Santísimo y sustituye a otro anterior erigido en 1770. En 1914, la Cofradía sufragó el pintado del cruceiro.